En el ámbito industrial, es común que se compare a los humanos con las máquinas y que se genere una gran polarización entre “quién” o “cuál” es mejor.
Esta grieta tiene base en sesgos inconscientes muy arraigados en nuestra sociedad; pero, en la medida en que no podamos volver consciente esa discusión, seguiremos perdiendo terreno en cuanto a competitividad empresarial.
La tecnología evoluciona como nunca antes y tenemos la oportunidad de seguir rechazándola o de comenzar a pensar en cómo podemos aprovechar todos sus beneficios a nuestro favor.
Un punto que debemos aclarar es que las máquinas existen porque el ser humano las crea para reproducir ciertos procesos que facilitan las tareas.
La capacidad de procesamiento y retención que tenemos los seres humanos resulta en ocasiones limitada frente a una máquina; por supuesto que tenemos un pensamiento no lineal que redunda en la creatividad, pero es un hecho que las máquinas pueden procesar más y más rápido, aunque lo hagan de forma lineal.
El tratamiento de datos en las máquinas no está ligado a metáforas y funcionan bajo los principios del lenguaje algorítmico o matemático: una palabra o expresión tendrá siempre el mismo significado.
Mientras que el pensamiento humano puede conceptualizar, la acción de una máquina sólo está determinada por la resolución de problemas, es decir, será cuestión de algoritmos, no de abstracciones.
Las máquinas no comprenden al otro, tampoco tienen moral y pueden tomar decisiones basadas en resultados concretos sin fijarse en lo que puede pensar o sentir un interlocutor, es decir, están programadas para un objetivo determinado.
Entendiendo que tanto las máquinas como las personas tenemos concepciones muy diferentes; podemos descartar el enfoque de “competir” por quien es mejor (no se trata de las máquinas o nosotros, sino de nosotros siendo más poderosos con las máquinas), para pensarlas como elementos que pueden “cooperar” con nosotros para facilitarnos la existencia.
Paradójicamente, incorporar tecnología nos permite ser más humanos; ya que podemos delegar las tareas más tediosas y rutinarias en máquinas o sistemas, y utilizar nuestro tiempo para mejorar la calidad de los procesos y capacitarnos en forma permanente, en función de mantenernos flexibles ante los cambios.
De eso se trata la evolución.
Un ejemplo muy claro de estos tiempos tiene que ver con el aporte de la visión artificial en la inspección del packaging, colaborando con los rutinarios controles de calidad. La mayor contribución de la visión artificial en comparación con la visión humana es, sin duda, la fiabilidad, repetibilidad y la calidad de la inspección.
Revisemos algunos de los riesgos que pueden presentarse en las personas al realizar la inspección manual de packaging primario, secundario o terciario:
Cansancio: La calidad de la inspección manual se deteriorará con el tiempo por algo tan sencillo como el cansancio humano. Las máquinas pueden realizar inspecciones fiables por nosotros durante todo el día con riesgos conocidos que pueden preverse y minimizarse.
Sensibilidad: Las personas podemos ser bastante sensibles a pequeños defectos. Normalmente, a una distancia de unos 20-25 cm de los ojos y con el objeto inmóvil, podemos detectar defectos de hasta 60 µm; pero, si no se cumplen los criterios descritos, nuestra sensibilidad puede reducirse fácilmente diez veces. La sensibilidad de las máquinas no se reduce con la velocidad de inspección como en la inspección manual.
Sesgo cognitivo: La lista de defectos a buscar puede ser bastante larga y las personas solo nos centramos en los tipos de defectos más comunes, esto hace posible que omitamos ciertos defectos menos comunes. Las máquinas, en cambio, responden a patrones determinados.
Visibilidad: La inspección manual generalmente usa solo un tipo de luz, la difusa. Esto hace que la inspección manual sea menos sensible a los defectos de la superficie de bajo contraste, como la inspección de grabado / relieve, defectos de revestimiento, etc. En contraposición, las máquinas pueden utilizar todas las modulaciones de luz para aumentar la sensibilidad a todo tipo de defectos.
Percepción de Profundidad: La medición del tamaño en dos dimensiones (ancho y alto) no se puede realizar con gran precisión a simple vista. Para obtener mediciones precisas, las personas necesitamos valernos de herramientas como una regla, calibre o un microscopio. Las máquinas se pueden configurar fácilmente para medir e incluso parametrizar la sensibilidad para el rango de productos.
Aunque la lista podría continuar, al repasar solo estos 5 factores, podemos empatizar rápidamente con el desafío que supone inspeccionar artes.
Esta tarea rutinaria que en apariencia no parece compleja, en realidad es agotadora y requiere hackear nuestras propias capacidades humanas en pos de reducir los riesgos al inicio de la cadena productiva, evitando una sucesión de peligros futuros.
Aceleradas por el contexto global, las soluciones tecnológicas ofrecen capacidades que generan beneficios para el negocio, a la vez que ofrecen mejores condiciones de desempeño a las personas.
ARVISCAN es un software de visión artificial que permite inspeccionar la calidad del packaging, detectando cualquier tipo de error en la impresión en pocos segundos y proporcionando una mejora sustancial en la trazabilidad al convertir los registros manuales en digitales. También permite medir cotas hasta con una décima de milímetros de tolerancia.
ARVISCAN está siendo requerido por líderes que buscan empoderar a sus equipos de trabajo con nuevas herramientas. Ahora las personas ya no necesitan dedicar tiempo a buscar errores; de eso se ocupa un algoritmo, sino que ocupan sus capacidades en el análisis de los mismos, lo que permite incluso mejorar la gestión de calidad y contar con un sistema de calidad más sólido y consistente.
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